10.2.09

La distancia

No tengo más elogios que la forma en que invadís mi pensamiento,
ni más regalos que los gemidos que me arrancás.
No pretendo más premio que tu mirada mansa
ni más promesas que las que no das.
Busco... No sé qué busco
Ni tampoco qué buscás
pero busco buscar juntos,
ver qué hay para encontrar.

Quiero amanecerme desvelada,
sentir tu sangre ardiente palpitando detrás.
Quiero saborear despacio una madrugada
sintiéndote completo, sabiéndote fugaz.
Sólo uin beso, buenas noches, hasta luego,
y la agonía de perderte vez tras vez
y la secreta veleidad del desconsuelo,
en que refugio lo que digo ser.

Y sin embargo, elijo ese tormento
día a día, voluntariamente,
por la libertad vana de recorrerte
por el orgullo fútil de saberte cierto.

La apuesta

Recuerdo sus pupilas densamente en las mías. Sus labios ansiados sobrando palabras. Mi desnudez tiritante en la brisa de verano. Mi entrega absoluta comprometiendo su alma.
El tiene un abrazo para cada una que soy. Y sin ser uno, él es muchos. Equilibrio entre los dos. Me supo suya un instante y se desató su hambre de voraz predador.
Presiento mi cama blanca, ausente de su presencia. Tanto tonto sexo casto, puro y blando que me hiere la garganta.
Recuerdo entre sueños el momento en que dejó de ser un juego, o empezó a ser uno en que la apuesta es más alta. Y empeñé mis tristezas y mis melancolías, mi soledad y mi autonomía, mi vieja guitarra eléctrica, sólo por entrar a la mesa en que sus cartas, como guiños, suman siempre 21.

Recuerdo un adiós más triste que la muerte.

Destierro

Como un cordel de acero,
como un calor de hogar húmedo y gris,
como una cinta métrica de recuerdos no forjados.

Una esfera flotando a la deriva,
en un mar de otros iguales, pero otros.
Y la sangre galopando como un potro
por noticias de remotas letanías.

Sumundo mimundo
inmundo submundo
inmóvil sucumbo.