10.2.09

La apuesta

Recuerdo sus pupilas densamente en las mías. Sus labios ansiados sobrando palabras. Mi desnudez tiritante en la brisa de verano. Mi entrega absoluta comprometiendo su alma.
El tiene un abrazo para cada una que soy. Y sin ser uno, él es muchos. Equilibrio entre los dos. Me supo suya un instante y se desató su hambre de voraz predador.
Presiento mi cama blanca, ausente de su presencia. Tanto tonto sexo casto, puro y blando que me hiere la garganta.
Recuerdo entre sueños el momento en que dejó de ser un juego, o empezó a ser uno en que la apuesta es más alta. Y empeñé mis tristezas y mis melancolías, mi soledad y mi autonomía, mi vieja guitarra eléctrica, sólo por entrar a la mesa en que sus cartas, como guiños, suman siempre 21.

Recuerdo un adiós más triste que la muerte.